
13 de junio del 2008. Madrid Arena. La selección femenina de baloncesto de Letonia acaba de arrollar a la selección angoleña por 84 a 26 en los cuartos de final del preolímpico de Madrid. Por primera vez van a participar en unos Juegos Olímpicos. La alegría las desborda. Saltan, bailan, ondean la bandera letona y se funden en un abrazo con una figura colosal, sostenida en muletas, que se ha acercado hasta su banquillo. Es Uliana Semenova.
La gigante acromegálica, santo y seña del baloncesto letón y soviético, ha estado presente en todos y cada uno de sus partidos. Hace un año, las integrantes de la selección letona de baloncesto, posaron desnudas para un calendario con el fin de recaudar fondos para la rehabilitación de Semenova, convaleciente tras una complicada y costosa operación. Uliana tampoco se ha olvidado de ellas.
Han pasado ya veinte años desde que Uliana Semenova, muy mermada ya físicamente, jugara en las filas del Tintoretto de Getafe. Aún así, su llegada revolucionó el baloncesto femenino en España. El público llenaba los pabellones donde jugaba su equipo y los medios de comunicación empezaron a hacerse eco de la presencia en España de la mejor jugadora de la historia. El Tintoretto quedaría subcampeón de liga aquel año gracias a su aportación.
Pero aún habría que remontarse algo más para encontrar su época de mayor esplendor. Lo que llegó a denominarse la “era Semenova” que más tarde le supondría el reconocimiento de ser la primera jugadora europea en ser elegida para el “Hall of fame”.
Uliana, la jugadora más determinante de la historia del baloncesto femenino, dominó durante dos décadas cualquier competición en la que participara. Sus 2´10 metros eran un obstáculo insalvable para cualquier rival y tanto su equipo, el TTT Daugawa Riga, como la selección soviética se aprovecharon de ello. Su palmarés así lo atestigua: 15 veces campeona de la liga soviética, 10 veces campeona de Europa con la Unión soviética, 2 medallas de oro en los JJ.OO. y 11 veces campeona de Europa con el TTT Daugawa Riga entre otros títulos “menores”.
En el preolímpico de Madrid, ya con 56 años y numerosos problemas físicos a cuestas, la actual miembro del Comité Olímpico letón, no se quiso perder la oportunidad de ver cómo la selección a la que ella nunca pudo representar, conseguía el pasaporte para los Juegos de Pekín.
N.M.
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